La mayor preocupación que tuve cuando era niña fue no
haber hecho la tarea por pasarme toda la
tarde viendo televisión, al día siguiente llegaba con una anotación en la
agenda y mi mamá me llamaba la atención y me dejaba sin tele hasta terminar
todo lo que me faltara. Para mí eso era un suplicio, una calamidad y en fin,
fue el único trauma que conocí. Pero conforme vas creciendo te das cuenta que
hay cosas mucho peores, problemas que dejan a los tuyos como un chiste de mala
calidad y que te hacen preguntar si así fue desde siempre o si la sociedad se
ha ido deteriorando con el tiempo. Yo apoyo la segunda noción, sinceramente.
Ahora los niños dejan de ser niños tan rápido, algunos ni
siquiera lo son porque tienen que quemar etapas –con padres ausentes y sin
nadie a cargo de los hermanitos, alguien tiene que ponerse los pantalones,
¿cierto?–. El problema es que los niños son almas tan nobles e incapaces de
defenderse que un adulto enervado vuelca toda su ira en ellos –porque saben que
otro adulto bien podría partirle la cara de un solo golpe- y lo más horrible de
todo esto es que son los propios padres de
estas criaturas quienes los golpean como si no hubiera mañana. Todos los días
se me revuelve el estómago cuando veo en las noticias de la madre que le tiró agua hirviendo a su
hija porque no hizo la tarea, del padre que masacró a su hijo porque le quitó
cincuenta céntimos, del padrastro que violó a su niña de tres años. Es
nauseabundo y lo que es peor, cotidiano.
Lo que vemos en las noticias es solo una fracción de todo
lo que sucede, porque pueden hacer un reportaje sobre los niños que trabajan y
captar la atención de todos por unos cuantos minutos ¿y luego? Ya está,
volvemos a nuestra propia realidad con nuestros propios problemas. ¿Y los niños
qué? ¿Por qué no dejamos de ser egoístas por una vez en nuestras vidas y
ponemos atención en el futuro del país? ¿Queremos niños traumatizados que mañana
más tarde sean psicópatas violadores y asesinos en serie? Creo que deberíamos
pensar un poco más las cosas y reconsiderar nuestras prioridades porque no se
trata solo de mostrar una realidad,
sino también de cambiarla, de mejorarla. Toda
la vida nos quejamos de que el Perú es así y asá por tal y cual pero si no
regamos la semillita, si no cuidamos que le caiga sol, si no limpiamos la
hierba mala, si no nos dedicamos ¿Cómo esperamos que se vuelva un árbol macizo
que nos proporcione oxigeno? A usar el cerebro, que nada nos cuesta.
Escrito por: Valeria Bazalar
Escrito por: Valeria Bazalar
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